Seguro que la mayoría de vosotros no ha tocado un libro en todo el verano ... si, ya sé que en la piscinita se está muy bien, pero leer no mata a nadie. Por eso hoy para seguir la tradición voy a dejaros la poesía de Tomás y la primera parte del relato de Sara, a ver que os parece.
Elena
Elena clavaba sus tacones con decisión en la superfície de asfalto de la carretera. Jamás se imaginaba terminar así su vida, pero las vidas son muy enigmáticas y siempre te sorprenden con destinos inciertos y hasta a veces espeluznantes.
Llevaba ya un tiempo caminando sola. Lo había dejado todo atrás: padres, hermanos, pareja, y hasta su mascota. No tenía nada, nada a lo que aferrarse. Nada que le instara a seguir viviendo.
Había perdido el poco dinero que le quedaba con su afición descontrolada al juego. Sabía que tenía un problema, pero ya era demasiado tarde. Nadie podría ayudarla.
Sí, estaba decidida. Aquella misma noche terminaría con su vida. Le pondría punto y final a una existencia que no había aportado nada al mundo. Una existencia ruín y mediocre que sólo se merecía ese final.
Cada vez más cerca, sus retinas vidriosas acercaban a vislumbrar la vieja fábrica. Tras la misma, Elena sabía que encontraría el río al que iba de pequeña con su padre a pescar. En aquella época el río estaba más caudaloso que nunca, y sus aguas corrían violentas por el cauce pedregoso que las contenía. Pero aquella noche estaban aún más furiosas que nunca. Chocaban fuertemente con los límites del cauce y muy a menudo se escapaban de él, empapando la vegetación que crecía a sus orillas. Quizás sabían que Elena llegaría. Tal vez recordaban su rostro inocente y sereno de la niña que antes allí acudía. ¿La reconocerían ahora, demacrada, con arrugas, las ropas sucias y rotas y el pelo estropajado?
Elena se detuvo. Por fín había llegado al camino que conducía a la fábrica y al río. Cuanto más avanzaba, más clara tenía su decisión de darle fin a su vida allí mismo. Era el lugar perfecto ... .
Continuará
perdido en el limbo de la inspiración,
intentando encontrar la serpiente
que mordió la manzana de la razón,
una inútil explicación.
¿Por qué siempre la gente
necesita tanta acción?
que vive en la sinrazón
de sobrevivir simplemente
escapando de mi corazón?
que jaulas llenas de serpientes,
pero no castigos mayores
que toda una vida sin verte.
y no quedan luces en el cielo
porque todas las estrellas
están mirándote desde el espejo,
alumbrando versos que no deben nacer,
entre el temor de perderte
y el miedo a no poder volver.
¿Por qué siempre la gente
necesita tanta acción?