Seguía llamándote

desde el otro lado de la puerta

sin recibir respuesta.

En la calle la nieve caía.


Como dormidos

estaban todos los relojes.

Fue un día gris y mustio,

roto el silencio de entonces

por farolas que parpadeaban

en la puerta de una tienda

como centinelas de una noche eterna.


Alguna sombra se paseaba por la calle

dejando huellas sobre la nieve,

huellas que al poco desaparecerían

pero que eran parte de su camino.


Tú no contestabas

y yo seguía llamándote.

Yo me perdía entre tres puertas:

la tuya, la de tu vecino

y la del ascensor que me rogaba

que me marchase y terminase mi historia.


Yo seguía llamándote,

seguía esperándote

y no sabía como había llegado hasta allí.

Eran las tres de la madrugada

y la noche parecía no tener fin.


Tú no contestabas

y entonces desperté

en el frío hielo de mis sábanas,

en la Avenida del Por Qué.


Tomás Damián Mora Podio

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