Venganza

Intento organizar las palabras para que quepan, ordenadas, en el espejo del baño. Mientras escribo, veo reflejados todos los momentos que pasé junto a ti, los momentos en los que aún te quería, y aquellos en los que no soportaba estar contigo.

Y no dejé de quererte de la noche a la mañana, no.

Te quise un poco menos cuando vi tu primer ataque de celos. Un poco menos, aquella noche que llegaste borracho a casa y sólo querías follar, pero no te importó que yo no quisiera. Te quise un poco menos el día del primer bofetón, que llegó a mi mejilla izquierda antes de que pudiera reaccionar; y menos con esa paliza que aún me estremece y de la que me acordaré toda la vida. Ahora, ese amor que sentía hacia ti se ha transformado en odio, en rencor, en venganza.

El carmín tiembla ante mis órdenes de escritura, explicándome, en un lenguaje no verbal, que no está preparado para ser el protagonista de mi despedida, y menos aún, de la semejante atrocidad que estoy a punto de cometer.

A lo lejos, la puerta de la entrada chirría, y el sonido de unas llaves parece aletear al lado de la cerradura. “Ya está aquí”, pienso.

- ¿Dónde cojones estás? ¡Ven aquí!

Cierro los ojos. Se acelera mi corazón. Ha llegado el momento. Empuño con mi mano derecha el cuchillo de cocina debidamente afilado, y me escondo tras la puerta del baño.

La puerta se abre lentamente. Aprieto mi mano al cuchillo. Te quedas leyendo aquella frase y ves el carmín en el lavabo, desecho y mojado. Te entra el pánico, lo sé, y me gusta. Por una vez sientes algo parecido a todo lo que he sentido contigo.

Cierro la puerta, me miras. Te miro. Dos lágrimas caen por tus mejillas.

- Lo siento. Lo siento, mi vida. Lo siento. Te juro que no volveré a hacerlo más. He sido un animal, no me he dado cuenta. Te amo – me dices, con ojos suplicantes, lanzando promesas al aire que ambos sabemos que no se van a cumplir.

Suerte que ya no te creo. Empuño con mi mano el cuchillo, que se desliza perfecto por tu espalda, rozando débilmente tu columna vertebral. No has tenido tiempo de reaccionar, y tus ojos, abiertos como platos, me observan a través de aquel reflejo que muestra un espejo no consciente de que yo ya he cambiado. Ahora soy una mujer libre.

Caes lentamente al suelo. No puedes moverte, pero aún respiras. Te miro dos segundos más y miro de nuevo mi reflejo. “Vas a pagar por todo el daño que me has hecho. Lo vas a pagar con tu vida”, cita chivato el espejo, que ya se ha dado cuenta de que ya no soy la misma. Respiro.


Por Sara López


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Como ella misma me dijo este relato ya no es tan micro, jeje. Además reconozco que me esperaba algo más "light" por así decirlo, este relato es bastante duro, aunque desgraciadamente es la realidad.

Me gustó mucho y además consigue que te quedes pensando en el tema.

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No prometo darte nada,
no diré que solo yo
moriré por ti mañana.
No seré la estrella
que guíe tu camino.

No diré que gracias a ti
todavía sigo vivo.

Tan solo que tus ojos
me dejan ver una luz
que hace tiempo no veía.

No jugaré a ganarme
tu corazón a pedradas.
No sacaré una lágrima
de mi alma abandonada.

Dame una sonrisa,
una ventana a la ilusión.
No tengo prisa
por llegar a tu corazón.

Dame un poco más
de todo lo que pido,
dame más que a él,
no me daré por vencido.

Por Tomás Damián Mora Podio

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La poesía sigue el estilo de las anteriores, que son como les digo yo con cariño, "ñoñerias", igualmente es bastante bonita, jeje.
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¡Mañana más!

2 comentarios:

Tomás D. M. Podio dijo...

Luis, no te has dado cuenta de una cosa, de un pequeño detalle: no hay paraguas.

Unknown dijo...

Tssss, calla que no se habían dado cuenta,xD.