Sin título


Como una pesadilla,

escuché un grito eterno.

Al levantarme de la silla,

mis pies temblaron del miedo.


Me dirigí hacia los pasillos,

oscuros corredores de agonía.

Se dormían mis tobillos,

noté su presencia fría.


Cada vez su aliento

quemaba más mi piel.

Aquella vez la muerte

era igual que la miel.


En oscuras ventanas

la Luna descansaba,

y en el silencio de la noche

mi alma se desgarraba.


Como un gemido de dolor

mi vida acabó en segundos,

cambiando aquel color

de azul a rojo oscuro.

Por Tomás Damián Mora Podio


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En el e-mail ponía también: " Espero que te guste. Ya no es una noñería ¿o sí?". Tranquilo que esto ya no son ñoñerias, lo que pasa es que vas de un extremo al otro, jeje. No está mal, me recuerda a los cuentos de Edgar Allan Poe.


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El Sufrimiento de Yolanda


- Relájate y no pienses en nada. No te va a doler, verás.- le dijo Carlos con esa voz tan tranquilizante, y con esa mirada tierna y dulce que conseguía de ella todo lo que se proponía.

Yolanda se sentó encima de él lentamente, y él la ayudó a tranquilizarse, posando sus manos en su cuerpo, desnudo, y acariciándole la espalda con ágiles y vigorosos dedos. Cuando ya estaba relajada del todo, un profundo e intenso dolor recorrió todo el cuerpo de la chica, que chilló. Él, sabiendo el motivo de su grito, intentó tranquilizarla, diciendo que ya había terminado de apretar, y que no le dolería más.

Yolanda, incorporándose, trató de separarse de Carlos, pero éste la sujetó fuertemente, y le volvió a repetir que no se preocupara, que ya no sentiría más dolor.

Ella, convencida de la certeza de las palabras de su chico, volvió de nuevo a sentarse sobre él, y sus dedos se enlazaron con los suyos, y durante un momento sintió ese cosquilleo que se siente cuando sabes que algo va a pasar, bueno o malo.

De nuevo empezó el dolor: un dolor al principio muy vago, pero que se iba pronunciando más y más hasta provocar otro grito de la joven.

Carlos se enfureció, y le contestó:

- Mira, Yolanda, si no te estás quieta esto es imposible. Sé que al principio duele, pero tienes que aguantarte si quieres que te lo haga. No te pienso explotar ni un grano más. Adiós.


Por Sara López


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Conforme lo iba leyendo pensaba: "Madre mía, ahora se ha puesto a escribir relatos verdes o algo así ..." y al llegar al final no pude evitar soltar una carcajada, me gustó mucho y me reí de lo lindo.

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Nos vemos mañana, ni se te ocurra faltar.

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