Y agradecer
que tal vez no te vuelva a ver
paseando por mi ciudad,
barajando la posibilidad
de fugarme a donde nadie
me pueda nunca encontrar.

El lugar donde el viento
siempre me traía tu perfume
ahora es la tumba
de un poeta sin nombre.

Malditas sean sus calles
que todavía guardan tu recuerdo,
calles de mis ensoñaciones,
calles por las que me pierdo.

Malditas sean las miradas
que no puedo sostener.
Malditas las verdades
que yo no quise ver.
Malditas las presencias
que no puedo soportar.
Maldita sea tu ausencia,
y la ausencia de verdad.

Por Tomás Damián Mora Podio.

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